La guerra de 12 días entre Israel y Hezbolá llegó a su fin tras una intensa ronda de negociaciones diplomáticas lideradas por la Organización de las Naciones Unidas y con un papel decisivo de Estados Unidos, que intervino para evitar una mayor desestabilización en Medio Oriente, salvaguardar las rutas y el comercio marítimo.

Aunque el conflicto fue breve, sus efectos en la industria marítima global fueron significativos. Los enfrentamientos intensificaron el riesgo para buques comerciales en el Mediterráneo Oriental, obligando a navieras a desviar rutas, retrasar operaciones o incluso suspender servicios temporales en zonas próximas a los puertos israelíes de Haifa y Ashdod. Estas interrupciones agravaron una cadena logística ya tensionada por los ataques en el mar Rojo y la situación en el canal de Suez.

El conflicto provocó un incremento en las primas de seguros marítimos, afectó la disponibilidad de espacio en los servicios regulares Asia–Europa, y derivó en retrasos para industrias sensibles como la automotriz, la electrónica y el agroalimentario, impactando en el comercio marítimo. Algunos operadores optaron por soluciones intermodales y terrestres de emergencia, con costos logísticos más altos.

Con el alto al fuego en vigor y la reactivación gradual de operaciones portuarias en Israel, se espera una normalización progresiva en las próximas semanas. Sin embargo, armadores, aseguradoras y operadores logísticos mantienen la alerta máxima ante un posible rebrote de hostilidades, y se analiza la viabilidad de rediseñar rutas y contratos para incorporar cláusulas de riesgo geopolítico más robustas.

Este episodio evidencia una vez más la fragilidad de la red logística internacional y el comercio marítimo ante eventos regionales de alta intensidad y subraya la urgencia de fortalecer infraestructuras más resilientes, diversificadas y tecnológicamente preparadas para enfrentar escenarios de crisis con capacidad de adaptación inmediata.


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